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10 RAZONES POR LAS QUE ACUDIR A UN PSICÓLOGO

Roberto Gómez Canales

A pesar de que cada vez se va reconociendo más nuestro trabajo, hoy en día se sigue equiparando ir al psicólogo con estar loco/a, con ser débil o con haber fracasado por no poder solucionar tus propios problemas. Este es uno más de los muchos mitos que se mantienen con respecto a la psicología. Muchas personas que llegan a considerar ir al psicólogo, no lo hacen por miedo o por vergüenza. Es normal sentirse así ante algo desconocido o ante una situación en la que anticipamos que lo vamos a pasar mal o que vamos a hablar sobre temas muy personales. Ir al psicólogo supone el gran esfuerzo de reconocer que necesitas ayuda en ciertos ámbitos de tu vida o que hay aspectos de ti con los que te cuesta convivir o que quieres cambiar. Por tanto, es un acto de valentía y demuestra madurez.

Cierto es que no hay un momento óptimo en el que pedir ayuda, ni tampoco es algo obligatorio. Por lo general, uno de los criterios comunes para considerar que alguien tiene un problema de tipo psicológico es que su día a día se vea afectado de alguna manera.

Esto es, cuando empieza a disminuir tu calidad de vida porque lo que te pasa interfiere y está deteriorando tu salud física, tu trabajo, tus estudios, la relación con tus familiares/amigos/as, etc. Otra forma de detectar que quizá necesites ayuda, es que haya una discrepancia entre cómo te gustaría encontrarte y cómo es tu estado actual, o entre lo que te gustaría hacer y lo que estás haciendo, o entre tus metas y lo que estás consiguiendo.

Seguramente habrá muchos más, pero te presento 10 motivos por los que es recomendable consultar a un psicólogo.

1. El malestar se ha instalado en tu día a día.

Te sientes desbordado/a, piensas que no puedes con todo lo que te está ocurriendo y que no tienes recursos suficientes o adecuados para enfrentarte a ello. Incluso te está limitando y te obligan a evitar hacer ciertas actividades cotidianas.

2. Te sientes triste o con bajo estado de ánimo gran parte del día.

Has perdido el interés o la motivación por cosas o actividades que siempre te habían gustado. Estás dejando de quedar con amigos o cada vez te apetece menos participar en reuniones sociales. Siendo así, puede que llegues a sentir desesperanza o desilusión sobre tu futuro y que no le encuentres sentido a nada.

3. Tu cuerpo empieza a enviarte señales de que algo no va bien.

Si desatendemos nuestra salud mental y emocional, nuestro cuerpo se encargará de que no la descuidemos mandando “mensajes” de aviso en forma de síntomas. Pueden manifestarse como dolores de cabeza, dolores musculares, molestias de estómago, reacciones en la piel, etc. que no se deben a una causa médica. Además puedes sentir a menudo cansancio o agotamiento sin razón aparente. Suele verse afectado también tu deseo sexual. Tu alimentación o tu sueño están alterados: comes o duermes mucho más o mucho menos.

4. Has sufrido algún trauma y no puedes parar de pensar en ello o crees que no lo has superado del todo.

Esto incluye situaciones de maltrato, violencia, abandono, negligencia, acoso, pérdidas significativas, etc. Tanto si lo has vivido en primera persona como si lo has presenciado o te lo han contado. Y no tienen por qué ser recientes, de hecho, estos acontecimientos nos marcan mucho más cuanto más pequeños somos. Aunque se suela pensar que por haber pasado más tiempo, está más superado. El tiempo no todo lo cura si se deja pasar sin más, lo que realmente cura y repara es lo que se hace durante el transcurso del tiempo.

5. Tu autoestima es baja o te sientes incapaz o inseguro/a de ti mismo/a.

Sientes que no eres competente, o que no mereces estar a la misma altura que los demás, que no tienes los mismos derechos que otras personas. Siempre sales perdiendo cuando te comparas con el resto.

6. Hay pensamientos y emociones, generalmente desagradables, que te provocan impulsos muy complicados de manejar.

Preocupaciones recurrentes que vienen de repente y no puedes controlar, o no desaparecen hasta que realizas alguna acción. Tienes ataques de ira o te enfadas tanto que no puedes evitar “explotar”. Quieres dejar de repetir ciertos comportamientos que no te ayudan en nada o que sabes que te perjudican a la larga.

7. Recurres a sustancias para contrarrestar los efectos de lo que te pasa a nivel psicológico.

Por ejemplo: fumas para tranquilizarte, tomas café o estimulantes porque no duermes, te medicas de forma habitual sin una pauta médica clara, recurres al alcohol u otras drogas para relacionarte mejor con los demás o para evadirte de la realidad, comes más cuando te sientes mal, etc.

Notas que cada vez te encuentras peor si no haces esto y además necesitas aumentar la cantidad que tomas.

8. Si te encuentras inmerso en una crisis vital y no sabes por dónde seguir.

Puede ser porque necesitas tomar una decisión difícil, o se ha producido un gran cambio en tu vida y tienes que adaptarte a esta nueva situación, o debes resolver un conflicto.

9. Necesitas ayuda en tus relaciones con los demás.

En el ámbito familiar, tienes dudas con respecto a la educación y crianza de tus hijos/as, el cuidado de tus mayores, la interacción con tu pareja, etc. Te cuesta enfrentar ciertas situaciones con amigos/as, compañeros/as de trabajo, desconocidos/as, etc.

10. Alguien de tu entorno en quien confías te recomienda pedir ayuda profesional.

Las personas que mejor nos conocen pueden detectar algunos síntomas incluso antes que nosotros mismos.

Además de todas estas razones, ten en cuenta que si lo que has intentado hasta ahora para sentirte mejor no ha funcionado del todo, siempre puedes considerar la opción de consultar con un psicólogo. Por experiencia propia, la mayoría de personas a las que ayudamos reconocen que hubieran venido a consulta mucho antes de haber conocido mejor nuestro trabajo.

Y tú, ¿crees que estos motivos pueden ser suficientes para pedir ayuda psicológica? ¿Qué otros motivos se te ocurren que pueden ser susceptibles de una intervención terapéutica?

Roberto Gómez Canales

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