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¿Los músicos sufren ansiedad social? Sí, y mucho más de lo que nos pensamos.

Terapia focalizada en las emociones

Belén Díaz- Salazar Valdés

Desde la aparición de las primeras comunidades humanas, el arte musical ha estado siempre muy presente. Se expresaba como medio de manifestar el mundo interior y conectar con la naturaleza o los ancestros. La música además sigue siendo un vínculo primitivo de comunicación entre madres e hijos. La madre a través del canto puede proporcionar al bebé emociones de calma y serenidad. Esta relación entre la música y las emociones fue ya formulada por parte de grandes pensadores de la antigua Grecia como Aristóteles.

El poder emocional de la ”mousiké” está presente en la teoría musical damoniana y cuyos orígenes se remontan al denominado principio homeopático «hómoion-homoío» presente en la filosofía presocrática. Aristóteles define este principio afirmando que en los ritmos y melodías existen semejanzas («homoiómata») con la verdadera naturaleza de la cólera, la mansedumbre, la valentía, la moderación y de todos los contrarios a estos. Alega además, que el proceso de habituación de las emociones mediante la «mousiké» es el que permite educar al carácter del alma gracias a su naturaleza eminentemente emocional (Suñol, 2017).

La gran influencia que tuvo la música en la cultura griega se debió al poder “simpatético” y “psicagógico” que esta presenta. Es decir, a su capacidad de despertar emociones en el oyente e influir en el ánimo (Murray y Wilson, 2004). Como asegura Deschaussees (1991) “El lenguaje musical supone un misterio impalpable que transforma el silencio que envuelve una partitura en fuente sonora y expresiva”. Ese poder de simpatía y misterio que surge de la música nace del talento y el valor del músico que se atreve a desnudar sus emociones delante un público, haciendo de ese instante un momento mágico. Esta experiencia para algunos artistas no siempre es tan placentera como se espera. A veces, pueden aparecer sensaciones de vulnerabilidad que llevan al bloqueo expresivo y a una deficiente interpretación. La actuación supone por tanto un momento irrepetible, una situación que no se puede borrar si no sale bien. Como afirmaba Dunsby (1995): “la música es siempre un riesgo, para todos, todo el tiempo”. José Ballester (2015) por su parte, asegura además que la fragilidad psicológica en músicos es mayor que en otras disciplinas académicas dada la mimetización de su arte con su identidad. Por ello ante las críticas o las autocríticas toda su identidad se siente amenazada y por consiguiente su autoestima. Estas sensaciones de vulnerabilidad ante la imposibilidad de tener control sobre las variables que entran en juego en una exposición pública, suponen para el músico que su respuesta de ansiedad pase de ser adaptativa a desadaptativa, dando como resultado un desvanecimiento de sus habilidades en la actuación.

La interpretación de incapacidad ante tal situación produce una sobreactivación fisiológica (palpitaciones, sudoración o sensación de ahogo), percibiendo así la ansiedad como una señal de ALARMA en vez de como una señal de ALERTA que simplemente te prepara para la acción. La apreciación de la ansiedad como alarmante es la que nos lleva a dudar sobre nuestras propias capacidades y ver como única salida, la huida. Todo este conjunto de síntomas son los que se manifiestan en personas presentan ansiedad escénica (AEM), un tipo de ansiedad social (American Psychiatric Association, DSM-V: 300.23, F40.10). 

Belén Díaz – Salazar Valdés

Bibliografía:

Ballester, J. (2015). Tesis doctoral: Un estudio de la ansiedad escénica en los músicos de los conservatorios de la Región de Murcia. Universidad de Murcia. Departamento de Historia del Arte.

Dalia, G. (2004). Cómo superar la ansiedad escénica en músicos. Madrid: Mundimúsica Ediciones.

Deschaussees, M. (1991). El interprete y la música. Ediciones Rialp.

Dunsby (1996). Performing Music: Shared Concerns. Edición Ilustrada, reimpresa.

Fehm, L., Schmidt, K. (2006). “Performance anxiety in gifted adolescent musicians”. Journal of anxiety disorders, Vol. 20, Nº 1, pp. 98-109.

Kaspersen, M., Götestam, K. G. (2002). “A survey of music performance anxiety among Norwegian music students”.

The European journal of psychiatry, Vol. 16, Nº 2, pp. 69-80. Marchant-Haycox, S.E., Wilson, G,D. (1992). “Personality and stress in performing artists”. Personality and individual differences, Vol. 13, Nº 10, pp. 1061-1068.

Murray, P., y Wilson, P. (eds.) (2004). Music and the Muses. The culture of ‘Mousiké’ in the Classical Athenian City. Oxford: Oxford University Press. Ryan, C., Andrews, N. (2009). “An investigation into the choral singer’s experience of music performance anxiety”.

Journal of Research in Music Education, Vol. 57, Nº2, pp. 108-126.

Steptoe, A., Fidler, H. (1987). “Stage fright in orchestral musicians: A study of cognitive and behavioural strategies in performance anxiety”. British Journal of Psychology, Vol.78, Nº 2, pp. 241-249.

Suñol, V. (2017). La Función Emocional de la Educación Musical en Aristóteles. Universidad Nacional de La Plata. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Buenos Aires, Argentina.

Van Kemenade, Johannes F.L.M., Van Son, M., Van Heesch, N.C.A. (1995). “Performance anxiety among professional musicians in symphonic orchestras: a self-report study”.

Zarza, A, F. J. (2014) “La ansiedad escénica en los estudiantes de grado superior de música de España” ” [En línea]. III Congreso CEIMUS – educación e investigación musical. Barcelona: Conservatori Superior de Música del Liceu.

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