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EL DUELO: ¿CÓMO PODEMOS AYUDAR?

Diana Zamarro de Pablos

El fallecimiento de un ser querido es algo inevitable y, como parte de la vida, es algo por lo que todas las personas pasamos en algún momento. Sin embargo, y a pesar de que es un proceso natural, no significa que sea fácil de digerir. Por desgracia y a diferencia de otras culturas, en nuestra sociedad, la muerte es un tema tabú y el mensaje que recibimos es el de “tienes que ser fuerte” cuando, en ocasiones, esa fuerza es algo que se trabaja y cuesta encontrar.

Los familiares, los amigos, la pareja… la gente cercana que se encuentra alrededor de la persona que atraviesa ese proceso de duelo suele tener dudas acerca de cómo ayudar o qué decir, especialmente en los primeros momentos tras la pérdida. Lo primero que hay que recordar es que cualquier reacción es normal y adaptativa al principio, y suele formar parte de un mecanismo de defensa de nuestro cuerpo como consecuencia de que la persona aún no está preparada para afrontar un cambio tan grande en su vida. Cada uno necesitamos un tiempo diferente para enfrentarnos a ello en función de multitud de factores diferentes: siempre debemos procurar respetar el tiempo que necesita cada persona. Dicho esto, existen varias cosas que se pueden hacer y que ponemos a vuestra disposición en forma de reglas.


Regla número 1: Sé cercano


Muéstrate disponible para cualquier cosa, incluso a la hora de realizar tareas cotidianas. Quizás la persona necesita que pases tiempo a su lado y no sabe cómo expresarlo. Déjale ver que puedes ser su acompañante para sacar de paseo a su mascota, por ejemplo, o que puedes encargarte de los niños mientras él o ella arregla la documentación. A lo mejor prefiere distraerse y quiere salir a cenar fuera una noche. Lo importante es que sepa que puede contar contigo para lo que sea, que eres su confidente y que se puede apoyar en ti si así lo necesita.


Regla número 2: Habla menos, escucha más


Suele ser lo que más se agradece. Al contrario de la creencia popular sobre que tenemos que decir algo para consolar, la persona que atraviesa un duelo no busca consuelo, pues no podemos dárselo. No dediques tiempo a pensar cómo consolar a la persona. El doliente es él o ella y así solamente conseguirás calmar tus dudas sobre cómo ayudar. Igualmente, no pasa nada si tú mismo/a te emocionas y lloras. Si esto ocurre, no hay nada de malo en mostrar que a ti también te afecta ver a tu amigo o familiar pasarlo mal. Lo más probable es que se sientan arropados.

 

Regla número 3: No invalides emociones o busques el lado bueno

 

Una pérdida es irreparable, evita frases como “al menos ya no está sufriendo” o “al menos tienes a tu otro hijo”. Esto provoca que el doliente se sienta forzado a buscar lo positivo y evadir la pérdida, y, ni es posible hacerlo, ni es bueno para la persona a medio-largo plazo. En su lugar, puedes usar frases como: “realmente no puedo imaginarme por lo que estás pasando, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti”. Mostrar más y decir menos; la persona lo agradecerá.

 

Regla número 4: No digas qué hacer

 

Evita frases como “tienes que ser fuerte por tu familia” o “tienes que mirar hacia delante”. Cada proceso de duelo es único y tendremos unas herramientas y estilos de afrontamiento distintos que solo son funcionales para uno mismo. Puedes empoderar a la persona diciendo: “todo lo que estás sintiendo ahora es normal y válido. Lo que estás pasando es realmente difícil y no tienes obligación de ser fuerte ahora”. Esto sirve para restar culpabilidad en caso de que la persona tenga una forma de llevar el duelo atípica o no comprenda bien por lo que está pasando, además de darle la posibilidad de adaptarse a sus emociones y tomar las decisiones que considere oportunas con su bienestar.

 

Regla número 5: Tu pérdida no es la misma que la suya

 

Por mucho que lamentes la pérdida o hayas pasado por algo parecido, no, no sabes por lo que la persona está pasando realmente. Puedes hacerte una idea, pero las emociones son como un iceberg: solo vemos la parte que sobresale del agua, debajo hay mucho hielo que permanece oculto. Cada persona es distinta a las demás y, por tanto, también lo es nuestro proceso de duelo. Evita frases como “sé por lo que estás pasando” o expresiones como “ya verás, en un tiempo estarás preparado para tener otro hijo y te sentirás mejor”. Puedes ayudar a la persona a que recuerde buenos momentos de la vida del fallecido. Cuenta alguna anécdota divertida o relata algún aspecto que haya hecho que los demás os hayáis sentido mejor.

 

Regla número 6: Mantén el contacto, aunque haya pasado algún tiempo

 

El proceso de duelo no tiene una duración determinada, pero es cierto que los meses o incluso años siguientes son difíciles para los dolientes, especialmente cuando el vínculo es cercano. Tras las primeras semanas los contactos y llamadas de seres queridos suelen ir reduciéndose en frecuencia y cantidad y, sin embargo, suelen ser los momentos más difíciles, pues es cuando nos damos cuenta del impacto de la pérdida en nuestra vida diaria. Cuando se acercan las fiestas, fechas especiales o aniversarios suelen ser momentos críticos y muy dolorosos para quien ha perdido a un ser querido. En estas fechas señaladas puedes ayudar al doliente a rendir un pequeño homenaje al fallecido, de forma que se recuerden momentos agradables con él o ella.

 

Regla número 7: ¡Recuerda que los niños también sienten las pérdidas!

 

Todo lo mencionado es aplicable también a ellos y ellas. Que sean más pequeños no significa que no sientan el dolor y sean conscientes de lo que ha ocurrido. Por otra parte, de una manera progresiva y adaptándose a las necesidades y el impacto de la pérdida en la vida de los más pequeños, es importante tratar de mantener sus rutinas (de sueño, alimentación, continuar yendo al cole…). Respetar también los ratos de juego y diversión es especialmente importante, pues los niños expresan sus emociones principalmente por esta vía.

 

Diana Zamarro de Pablos

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